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Las ciudades y centros poblados ofrecen importantes oportunidades para la conservación de la biodiversidad, pero para capitalizarlas se requiere un cambio de paradigma que integre la biodiversidad en el tejido urbano. Planificar contemplando otras especies además de la humana, no requiere un salto conceptual y brinda una gran oportunidad de promover el diálogo entre los profesionales del entorno construido y de la conservación.
Las áreas metropolitanas, con frecuencia desprovistas de elementos naturales, suelen emplazarse en zonas de alta biodiversidad, lo cual intensifica la necesidad de preservar estos ecosistemas. Frente al desafío que plantea el acelerado proceso de urbanización, las ciudades y centros poblados también configuran valiosas oportunidades para la conservación de la naturaleza. Este contexto urbano plantea la posibilidad de integrar estrategias de diseño y planificación que armonicen el crecimiento metropolitano con la protección y regeneración de entornos, fomentando una convivencia sostenible entre lo construido y lo natural.
Debido a su influencia directa en la evolución del entorno urbano, los urbanistas, arquitectos, paisajistas, ingenieros y otros profesionales tienen un rol clave en este cambio de paradigma para planificar más allá de lo humano.
Este enfoque demanda una transformación profunda en cómo concebimos las ciudades e implica abordar la planificación urbana desde una perspectiva que reconozca los profundos vínculos entre la humanidad y la naturaleza.
Esta visión conlleva reconocer que la naturaleza no es un elemento ajeno a la existencia humana; por el contrario, los seres humanos forman una parte intrínseca del mundo natural.
Adoptar una visión sistémica y circular, que enfatice la interconexión de todos los elementos del entorno, resulta esencial para mitigar el impacto ambiental y asegurar la supervivencia de diversas especies. El concepto de territorio, entendido como un espacio compartido entre múltiples especies, se convierte aquí en un pilar fundamental: al combinar las ideas de territorio y parentesco se potencian las oportunidades para la preservación de la biodiversidad en entornos urbanos.
El espacio público verde en la infraestructura urbana.
Los parques urbanos y espacios públicos verdes son elementos clave dentro de la infraestructura verde multifuncional, promoviendo tanto el desarrollo de los ecosistemas como el bienestar humano. Estos espacios operan como puntos de encuentro y áreas de experimentación donde disciplinas como la arquitectura y el urbanismo se entrelazan para crear lugares de interacción entre personas, fauna, flora y el entorno natural.
Además, funcionan como laboratorios a cielo abierto para implementar técnicas innovadoras, materiales sostenibles y una gestión eficiente de los recursos hídricos. Estas áreas verdes también facilitan la transición entre la costa y la ciudad, sugieren nuevas formas de ocupación y desplazamiento y rehabilitan zonas degradadas en sectores urbanos vulnerables, fomentando la colaboración y la interacción entre humanos y el ecosistema.
Desde una perspectiva arquitectónica, la biodiversidad se plantea como la integración y coexistencia de diversas formas de vida en los espacios urbanos, reconociendo la profunda interconexión entre entornos construidos y ecosistemas naturales. Este enfoque implica diseñar y planificar respetando y promoviendo la presencia de especies nativas y la regeneración de los ecosistemas. Así, la arquitectura se convierte en un medio para la conservación ecológica, generando espacios que no solo son habitables para los humanos, sino también sostenibles para múltiples especies, creando un equilibrio entre desarrollo urbano y preservación ambiental.
Diseñando un futuro bio-inclusivo.
La integración de la biodiversidad en áreas urbanas es una estrategia creciente en ciudades de todo el mundo, con iniciativas que buscan no solo la preservación ecológica, sino también la regeneración y adaptación de los entornos metropolitanos.
Colombia, reconocida por su riqueza en biodiversidad, ha asumido el compromiso de impulsar proyectos que protejan la naturaleza en sus áreas urbanas y contribuyan al bienestar ciudadano. La administración actual del país promueve una estrategia de “producir conservando y conservar produciendo”, un enfoque reflejado en los casos de Barranquilla y Montería, que están integrando soluciones basadas en la naturaleza en su planificación urbana.
En Bogotá, el corredor ecológico de 57 kilómetros que conecta los bosques urbanos de las colinas orientales es otro ejemplo destacado de urbanismo bio-inclusivo. Este espacio, además de ser un pulmón verde que absorbe carbono y limpia el aire, facilita la migración, alimentación y reproducción de diversas especies, al tiempo que ofrece paseos peatonales para que los visitantes experimenten una conexión inmersiva con la naturaleza.
Singapur, a pesar de su reducido territorio, alberga una asombrosa diversidad con 40,000 especies animales y ha proyectado expandir sus espacios verdes en 1,000 hectáreas para la próxima década. Este plan incluye la creación de estanques que fomentan la reproducción de libélulas, insectos clave para el control natural de la población de mosquitos, contribuyendo así a la prevención del dengue. La integración de estos espacios no solo fortalece la biodiversidad urbana, sino que contribuye a un entorno saludable y seguro para sus habitantes.
Londres, por su parte, avanza en un ambicioso proyecto de convertir el “gris en verde”, cubriendo el 50% de la ciudad con techos y paredes verdes, así como microparques, mientras incrementa en un 10% su forestación urbana. Esta ciudad también ha designado 1,500 sitios de conservación ecológica para proteger especies autóctonas como murciélagos, lechuzas, mariposas y escarabajos. En una iniciativa similar en Bangkok, el Parque Forestal Benjakitti, diseñado en el antiguo emplazamiento de una fábrica de tabaco, combina ecología y bienestar social. Funciona como una “esponja” que retiene agua de lluvia y purifica el agua de su canal adyacente mediante biorremediación, integrando sostenibilidad y gestión de recursos hídricos en una de las capitales más densas del sudeste asiático.
Hacia un nuevo paradigma urbano.
Según datos de la ONU, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, las cuales son responsables del 75% de las emisiones de carbono a nivel global. La crisis del COVID-19, junto con el cambio climático, ha acelerado la necesidad urgente de transformar la relación entre las ciudades y la naturaleza. La necesidad de transformar esta relación es cada vez más urgente, ya que se espera que 1.5 millones de personas adicionales por semana migren a ciudades hasta 2030.
En ese sentido, la humanidad enfrenta una oportunidad única para replantear su modelo de desarrollo y avanzar hacia ciudades que armonicen con la naturaleza. La iniciativa BiodiverCities para 2030 busca promover un enfoque de urbanización que transforme las áreas urbanas en espacios resilientes y biodiversos. Según el Informe sobre el Futuro de la Naturaleza y los Negocios, este cambio hacia un modelo positivo para la naturaleza podría abrir oportunidades de negocio valoradas en 3 billones de dólares anuales y generar 117 millones de empleos para 2030.
Además de adoptar una perspectiva sistémica y circular que enfatice la interconexión de todas las cosas, el concepto de territorio juega un rol fundamental en la mitigación del daño y en la supervivencia de diversas especies, incluyéndonos
Cuando la planificación urbana incluye la conservación de estos espacios y fomenta una relación ecológica respetuosa, se sientan las bases para una práctica más sostenible.
Este cambio de enfoque, por lo tanto, va más allá de simples adaptaciones técnicas. Se trata de abrazar un nuevo paradigma en el que las ciudades no solo sean espacios habitables para los humanos, sino territorios compartidos que respeten y protejan a las demás especies.